ABUELO…

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Mi abuelo siempre fue alguien especial para mí. Lo recuerdo con su boina, su cacha y esos grandes ojos azules, con la sonrisa puesta en la cara. Mi abuelo era lo más. De hecho, es una de las primeras personas de las que tengo constancia querer, eso que no se sabe describir ni poner nombre pero era inmenso. Si me lo encontraba por la calle, le daba un beso, algo raro en mí, jugaba al dominó con él o lo acompañaba al hogar del pensionista, a la tierra, era mi abuelo, no hacía falta más.

También recuerdo las visitas al hospital, cómo se asomaba desde la ventana para verme. En aquella época no nos dejaban subir a las habitaciones, algo que nunca entendía porque era mi abuelo del alma. Tampoco entendí cómo el día que murió me mandaron a hacer los recados, tal vez, supusieron que no me importaría, que alguien lo tenía que hacer y que mi dolor no era tanto….qué equivocados estaban.

De esos días, recuerdo llorar a mi padre, reunirnos toda la familia y de cerrarme en mí por cosas que no le dije o hice. No sé porqué me acuerdo de esto hoy, tal vez porque dormí en su cama o tal vez porque necesitaba hablar de él.

Los que puedan que disfruten de sus abuelos, que los quieran, que aprendan de ellos, que ríen y lloren con sus ocurrencias. Es un vínculo muy enérgico, al menos en mi caso. Todavía me queda mi abuela, ella se merecerá otra entrada.

24 comentarios en “ABUELO…

  1. @lidiacastro79 dijo:

    Me has hecho emocionar 😢 Yo también tenía un vínculo especial con mi abuelo y con mi abuela (a la que dediqué una entrada. Te la compartiría pero está en catalán, mi lengua materna). Muy bonita entrads. Un abrazo, Rubia!

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  2. Fer Población dijo:

    Te entiendo, no sabes cómo te entiendo, para mí mis abuelos eran muy especiales, tenía una relación genial con los dos, con mi abuelo de salamanca Abu y mi abuelo de Madrid Elu. Y sabes, ahora que tengo sobrinos llaman a mi madre Abu, y es genial, pero no puedo evitar acordarme de él y ponerme un poco triste. En fin, así es la vida.
    Besos
    Fer

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  3. etarrago dijo:

    Psssssssssssss, Rubia, me has hecho llorar.
    Leyéndote me acordé de ese pacto de Sangre de Benedetti:

    «Ahora tengo ganas de irme, llevándome todo ese mundo que tengo en mi cabeza y los diez o doce cuentos que ya tenía preparados para Octavio, mi nieto. No voy a suicidarme (¿con qué?), pero no hay nada más seguro que querer morir. Eso siempre lo supe. Uno muere cuando realmente quiere morir. Será mañana o pasado. No mucho más. Nadie lo sabrá. Ni el médico (¿acaso se dio cuenta alguna vez de que yo podía hablar?) ni el enfermero ni Teresita ni Aldo. Sólo se darán cuenta cuando falten cinco minutos. A lo mejor Teresita dice entonces papá, pero ya será tarde. Y yo en cambio no diré chau, apenas adiosito con la última mirada. No diré ni chau, para que alguna vez se entere Octavio, mi nieto, de que ni siquiera en ese instante peliagudo violé nuestro pacto de sangre. Y me iré con mis cuentos a otra parte. O a ninguna.»

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