DÍAS…

Hay días para todo. Unos días nos levantamos de la cama, sin ganas, sin saber cómo van a transcurrir las horas, sin demasiadas actividades que realizar y tampoco se buscan. Otros días, según ponemos los pies en el suelo, ya hay algo que hacer. No sólo se ha planeado el día, sino que aparecen nuevos menesteres, que se van desarrollando.

Unos días son pura rutina, trabajo, casa, compra, familia y cuando te das cuenta, te estás echando en la cama, con la sensación de no haber hecho nada. Menos mal que otras veces, la impresión es de plenitud, felicidad, con un aprovechamiento de cada minuto.

El paso de los días, hace que las circunstancias vayan a cambiar y esos cambios no se quieren. No porque sean malos sino porque se ha creado un equilibrio que no se quiere desestabilizar. Se puede alargar un poco, pero no demasiado y entonces habrá que volver a lograr el punto intermedio del desbarajuste, para que vuelva todo a la «normalidad». En las ocasiones, donde esos cambios, se quieren, se buscan , se desean, la adaptación es más fácil, pero aún así hay que tener cuidado con los imprevistos.

Hay días donde conocemos gente nueva, que nos aportan otra visión del mundo y de uno mismo. Días donde descubrimos lecturas que nos llevan a lugares insospechados, días donde elegimos cómo vivir nuestras vidas o días para marcarlos en el calendario de nuestra mente.

Días buenos y menos buenos, días de cansancio y apatía. Días donde tienes que explicar a los demás lo que ocurre y días donde se te muestra la realidad, tal cual. Cuando nos vayamos a la cama, es bueno pensar en el día que hemos tenido, en lo que hemos hecho y no adelantar cómo va a ser el día de mañana. Descansaremos mejor.

Dicen que un día dura 24 horas, 24 horas que parecen diferentes, si trascurren entre semana o en fin de semana. La percepción de cada uno hace que lo vivamos así. Por eso mismo, los días son distintos para cada uno, incluso haciendo lo mismo.